Hadaly
Auguste Villiers de l'Isle-Adam
TweetFragmento de La Eva Futura. Obra de Auguste Villiers de l'Isle-Adam.
PRIMERA APARICIÓN DE LA MÁQUINA EN LA HUMANIDAD
Solus cum solo, in loco remoto, non cogitabun·tur orare PATER NOSTER.
TERTULIANO
Edison desciñó el velo que Hadaly llevaba en la cintura y dijo:
-El androide se compone de cuatro partes:
l."' El sistema-viviente, interior, que abraza el equilibrio, la facultad de andar, la voz, el gesto, los sentidos, las expresiones futuras del rostro, el movimiento regulador íntimo o, mejor dicho, el alma.
2." El mediador plástico, o sea, la cubierta metálica, aislada de la carne y de la epidermis, que es una armadura de articulaciones flexibles donde se apoya y fija todo el sistema interior.
3."' La carne ficticia sobrepuesta y adherida al mediador que remeda los rasgos y las líneas del cuerpo, con su fragancia propia y personal, con los relieves de la osamenta, los repujados venenosos, la musculatura, la sexualidad y todas las proporciones corporales.
4. La epidermis, con todos los detalles de color, porosidad, líneas, esplendor de sonrisa, inconscientes mohines de expresión, fiel y exacto movimiento labial en las pronunciaciones; la cabellera y el sistema velloso; el conjunto ocular, con la individualidad de la mirada y los sistemas dental y ungueal.
Edison pronunció estas palabras con el monótono deje con que se expone un teorema de geometría del cual el quod erat demonstrandum estaba virtualmente encerrado en la proposición. Al escuchar aquella voz, lord Ewald presumía que el ingeniero no sólo iba a resolver teóricamente los problemas que suscitaban aquellas afirmaciones monstruosas, sino que quizá los tuviese ya resueltos y se dispusiera a probarlos.
El noble inglés, impresionado por la entereza terrible del electrólogo, sintió, al oír el enunciado sorprendente, que todo el hielo de la ciencia le llegaba al corazón. Empero, no interrumpió, pues era un hombre de gran serenidad. La voz de Edison se hizo mucho más grave y melancólica.
-No he de daros ninguna sorpresa, milord. ¿Para qué? La realidad, como veréis, es suficientemente maravillosa para que quiera rodearla de otro misterio ajeno al suyo. Seréis testigo de la infancia de un ser ideal, puesto que vais a asistir a la explicación del organismo íntimo de Hadaly. ¿En qué Julieta podría efectuarse análogo examen sin que Romeo se desmayara?
En verdad, si los amantes pudiesen ver de una manera retrospectiva los comienzos positivos de la amada y su forma cuando empezó a moverse, su apasionamiento se abismaría en una sensación en que lo lúgubre lucharía con lo absurdo y lo inimaginable.
El androide, en sus primeros momentos, no ofrece la horrorosa impresión que da el espectáculo del proceso vital de nuestro organismo. Todo en ella es rico ingenioso y alarmante. Mirad.
Apoyó el escalpelo en un aparato central colocado a la altura de las vértebras cervicales del androide
- En este punto reside el centro de la vida de los humanos. Es el sitio de donde arranca la médula espinal. Un pinchazo aquí basta para mataros al instante, pues los nervios que rigen nuestra respiración se reúnen precisamente en este lugar, y la más leve lesión produce la asfixia. Para que veáis que he respetado el ejemplo de la Naturaleza, os muestro que los dos inductores aislados en este punto corresponden con el funcionamiento de los pulmones de oro del androide
Examinemos los grandes rasgos de este organismo; luego os iré dando detalles. El misterio emanado de estos discos metálicos hace que el calor el movimiento y la fuerza queden repartidos en el cuerpo de Hadaly por las redes de hilos brillantes; imitaciones exactas de nuestros nervios, nuestras arterias y nuestras venas. Por medio de esos pequeños discos de vidrio que se interponen entre la corriente y los haces de hilos, el movimiento empieza o termina en uno de los miembros o en toda la persona. Aquí está un motor electro-magnético de los más poderosos reducido en sus proporciones y gravedad, donde todos los inductores se juntan.
El legado de Prometeo, la chispa, corre alrededor de esta varilla mágica y produce la respiración al inducir una corriente en este imán colocado entre los senos, que atrae la lámina de níquel unida a las esponjas metálicas. Esa hoja vuelve a su posición primitiva por la regular interposición de este aislador. He previsto los profundos suspiros que la tristeza arranca al corazón. Dado el carácter dulce y taciturno de Hadaly no ha de serie ajeno tal encanto. Las mujeres saben que es fácil la imitación de estos suspiros melancólicos. Todas las comediantas los venden por docenas y resultan de los más perfectos.
He aquí los dos fonógrafos de oro, inclinados en ángulo cuyo vértice es el centro del tórax: estos son los pulmones de Hadaly. Se transmiten uno a otro las hojas metálicas de sus armoniosas. charlas como los cilindros de la imprenta se van cediendo los rollos de él Una tira de estaño contiene horas enteras de conversación, en la cual van incluidas las ideas de los más grandes poetas más grandes poetas, de los más sutiles metafísicos y los novelistas más profundos de este siglo, a los cuales me he dirigido y, a peso de oro, les he sacado todas sus maravillas inéditas.
Por eso digo que Hadaly sustituye unainteligencia por la inteligencia antonomástica.
Mirad las dos imperceptibles agujas de acero temblando al pasar por las estrías de los cilindros que dan vueltas gracias al movimiento incesante creado por la chispa misteriosa. Están esperando la voz de miss Alicia. Sin que ella lo sepa la aprehenderán cuando recite, como insigne comedianta, escenas incomprensibles de papeles misteriosos y desconocidos, en la función donde Hadaly encarne para siempre.
Debajo de los pulmones está el cilindro donde quedaran inscritos los gestos, la gentileza, las expresiones del rostro y las actitudes del ser adorado. Es un cilindro semejante a esos de las cajas de música y de los organillos, que están erizados de púas metálicas, y, así como por un cálculo musical, se reproducen las notas de un baile o de un trozo de ópera por la disposición de los dientes vibrátiles respecto del peine armónico, así el cilindro en cuestión, bajo otro peine que comunica con todos los nervios del androide, impone los gestos del donaire, las expresiones del rostro y las actitudes de la mujer que encarnamos. El inductor de este cilindro, es, como si dijéramos, el gran simpático del sorprendente fantasma.
Contiene el antedicho cilindro la producción de setenta movimientos generales. Es, aproximadamente, el número de que puede disponer una mujer bien educada. Nuestros movimientos, excepto en los nerviosos o convulsivos, son casi siempre los mismos; las diversas situaciones de la vida los matizan y hacen que parezcan diferentes. He calculado, después de descomponer los derivados, que veintisiete o veintiocho movimientos constituyen una rara personalidad. Por otra parte, recordemos que una mujer que gesticula mucho es un ser insoportable. He procurado sorprender tan sólo los movimientos armónicos, desechando cuantos fueran chocantes e inútiles.
El mismo movimiento que el fluido engendra une los pulmones de oro de Hadaly con su gran simpático. Una veintena de horas de sugestivos diálogos están grabados en esas hojas de una manera indeleble por medio de la galvanoplastia, y por otra parte sus correspondencias expresivas están inscritas en las púas del cilindro, incrustadas con un micrómetro. El movimiento de los fonógrafos, combinado con el del cilindro, debe lograr una simultaneidad homogénea de la palabra con el gesto, los movimientos labiales, la mirada y el claroscuro de la expresión sutil.
De esa manera, el conjunto queda regulado a la perfección, pues, aunque es más difícil mecánicamente que inscribir una melodía y su acompañamiento en el cilindro de un organillo, es cuestión de paciencia, de cálculo diferencial y de poder aumentativo de las lentes el establecer la apetecida concordancia.
Yo puedo leer losgastos en ese cilindro tan de prisa como un impresor lee al revés una página compuesta, cuestión de costumbre. Según las movilidades de miss Alicia Clary corregiré mis pruebas: es una operación que no resulta difícil valiéndose de la fotografía-sucesiva de la cual acabáis de ver una aplicación.
Lord Ewald le interrumpió:
- Mas un diálogo requiere un interlocutor.
- Que seréis vos -respondió Edison.
- ¿Cómo es posible que anticipéis y preveáis lo que he de preguntar al androide?
- Con un solo razonamiento quedaréis persuadido de la sencillez del problema que todavía no acabáis de comprender.
- Perdonad, cualquiera que pueda ser su simplicidad, si acepto su demostración, será en merma de mi amor y de mi pensamiento, pues tendré que atenerme a su rigor funcional
- ¿Qué importa eso, si asegura la realidad de vuestro ensueño? ¿Quién es libre? Los ángeles de la leyenda antigua, quizá ... Y si pueden ser considerados como tales es porque se han librado de la tentación ... por haber visto en qué abismo cayeron los que intentaron pensar.
Los dos interlocutores se miraron en silencio.
- Si llego a comprender -dijo lord Ewald con estupor-, va a hacerse forzoso que yo mismo aprenda mi papel de preguntas y respuestas.
- Pero podréis modificarlas ingeniosamente como hacéis en la vida para que la esperada contestación se adapte a ellas. En definitiva, cualquier respuesta puede cuadrar a cualquier interrogación. La humanidad tiene un gran caleidoscopio para las palabras. Dada la jerarquía espiritual de un sujeto, un vocablo puede adaptarse a cualquier sentido en la eterna aproximación y el continuo equívoco de los coloquios humanos. ¡Existen tantas voces vagas, sugestivas, de una elasticidad de significado tan extraordinario y cuya densidad de sentido depende tan sólo de aquello a que responden!
Pongamos un ejemplo y aceptemos que sea la palabra "ya" aquella que el androide deberá pronunciar en un momento determinado. Usted esperará la pronunciación de esta palabra que vendrá en compañía del más tierno arrobamiento y sonará con la voz de miss Alicia Clary.
¡Pensad a cuantas preguntas y a cuantos pensamientos puede responder magníficamente este vocablo! Y en cuanto a su belleza y su profundidad, nadie mejor que vos puede dárselas en la misma interrogación que diriáis o en la misma alusión que suscitéis
Haréis lo que intentáis hacer en la vida con la Alicia real, y lo que nunca habéis logrado con ella, pues cuando esperáis una palabra que tan adecuada es a una circunstancia, y tan armónica con vuestro espíritu se presenta, que quisierais apuntársela, ella jamás la pronuncia y siempre aparece la disonancia desconsoladora, la otra palabra que le dicta su estupidez y os atraviesa el corazón.
Tranquilizaos. Con la Eva futura, con la verdadera Alicia no sufriréis ese hastío estéril. Llegará el término esperado y su belleza será proporcional a la sugestión. Su conciencia no será la negación de la vuestra: será el aspecto de alma que prefiera vuestra melancolía. Podréis evocar en ella el recuerdo del único amor, sin temer que defraude las esperanzas que abrigabais. Sus palabras serán tan sublimes como sea la inspiración que las suscite. No os cabrá el temor de ser incomprendido, como con la viva. Únicamente será menester que tengáis en cuenta el tiempo que media entre las palabras. A veces no tendréis ni que articular voz alguna. Ella responderá a vuestras ideas y a vuestros silencios.
-He de declararos --respondió lord Ewald –que si es una comedia lo que perpetuamente me proponéis representar, me veo obligado a rechazar vuestro ofrecimiento.
NADA NUEVO HAY BAJO EL SOL
He reconocido que aquello también era vanidad.
EL ECLESIASTÉS
Al oír aquello, Edison dejó sobre la mesa, al lado del androide, el luminoso instrumento que servía para la disección de la criatura y dijo:
- ¿Habéis dicho: una comedia? Sin embargo, creo que con el original, no hacéis otra cosa más que representar un papel, callando y escondiendo, por mera cortesía, vuestra opinión y vuestros pensamientos.
¿Quién es aquel que se imagina, bajo el sol, no representar hasta la muerte una constante comedia? Sólo los que saben mal su papel pretenden lo contrario. ¡Todos somos forzosamente comediantes! Y lo somos con nosotros mismos. ¿Ser sincero? He ahí el ensueño completamente irrealizable. ¿Cómo podríamos ser sinceros, si no sabemos ni estamos persuadidos de nada; si no nos conocemos a nosotros mismos? Pretendemos convencer al prójimo de que estamos convencidos de algo, cuando en la conciencia mal acallada escuchamos la advertencia de la duda. ¿Y para qué? Para envanecerse con una fe ficticia, que sólo engaña un segundo y que el interlocutor admite... para que dentro de un instante aceptéis sus opiniones. Todo es comedia. Si pudiéramos ser sinceros, no habría sociedad que durara una hora, pues cada cual se pasaría la vida en un mentís continuo. Reto al hombre más franco a que manifieste su sinceridad sin que tenga que romperse la cara con sus semejantes. ¿Qué es lo que sabemos para poder emitir una opinión sobre cualquier asunto que no sea relativo a las influencias del medio, del siglo, de la disposición momentánea, etc., ¿Y en amor? ¡Oh, si los amantes pudieran verse tal como son y saber el concepto que uno tiene del otro, la pasión se desvanecería al punto. Felizmente para ellos olvidan la ley física ineludible: dos átomos no pueden tocarse. Sólo penetran, uno en otro, en la ilusión de su sueño, encarnada en el hijo que perpetúa la especie.
Sin ilusión, todo fenece: es inevitable. La ilusión es la luz. Más allá de las capas atmosféricas de la tierra, a cuatro o cinco leguas de elevación no se percibe más que un abismo color de tinta, sarpullido de ascuas mortecinas. Son las nubes, símbolos de la ilusión, las que crean la luz, las que evitan las tinieblas. El cielo hace una comedia con la luz. Atengámonos a su sagrado ejemplo.
En cuanto a los amantes, desde que creen conocerse, no quedan unidos más que por la costumbre. Cuentan Siempre con el ser que su imaginación ha creado, con el fantasma que han concebido, pero no con aquel ser que han descubierto en la persona amada
¡Comedia inevitable! Respecto de la que amáis, puesto que no es más que una comedianta, y nunca, fuera de su papel, es digna de admiración, y aún dentro de él no os fascina, ¿qué más podéis pedir que su correspondiente androide, el cual no será más que la quintaesencia de los deleitosos instantes, cuajada por un sortilegio?
- Todo cuanto decís es muy especioso -dijo el joven-. Lo peor es oír siempre las mismas palabras, acompañadas por la misma expresión, aunque esta sea admirable. Creo que semejante comedia llegará a parecerme monótona.
- Yo creo -dijo Edison- que entre dos seres que se aman, toda novedad de aspecto no puede acarrear más que la disminución del prestigio pasional y contribuir a que se esfume el encanto. De eso provienen las rápidas saciedades de los amantes que se percatan de su reciproca naturaleza real, despojada de los velos con que se fascinaron y se atrajeron. En ese caso no es más que una diferencia con su ensueño lo que comprueban, y ello basta para que lleguen al odio o a la repugnancia
¿Por qué?
Porque encontraron gozo en una sola manera de concebirse, Y lo que quieren a todo trance es conservar aquella sombra, tal y como es, sin aumento ni disminución. Lo mejor es enemigo de lo bueno y no hay nada más desencantador que la novedad
- iCierto! murmuró lord Ewald, con una sonrisa cogitabunda.
- Como hemos dicho, el androide es la inmovilización de las primeras horas del amor; es el momento del ideal hecho prisionero. y ya empezáis a quejaros de que no pueda abrir sus alas y huir. ¡Oh, humana naturaleza!
- Tened presente -respondió lord Ewald-, que este conglomerado de maravillas, tendido sobre este mármol, no es más que un conjunto muerto de sustancias inconscientes de su cohesión y del prodigio futuro que han de producir.
Podréis engañar mi vista, mis otros sentidos y mi espíritu, pero yo no podré nunca olvidar que es impersonal ¿Cómo voy a amar a la nada?", me grita la conciencia
Edison miró al inglés y le dijo:
- Os he demostrado que en el amor-pasión todo era vanidad sobre mentiras, ilusión sobre inconsciencia, enfermedad sobre espejismo. ¿Amar la nada decís? ¡Qué importa, si sois la unidad colocada ante el cero, como ante los otros ceros de la vida, y éste, entre todos, va a ser el único que no os traicione y desencante!
¿No está extinguida en vuestro ser toda idea de posesión? No pretendo ofreceros más una transfiguración de la bella viviente, es decir, lo que pedíais al " ¡Quién arrancará ese alma de ese cuerpo!”. Y ya empezáis a temer de antemano la monotonía de vuestro anhelo realizado. ¡Ahora queréis que la sombra sea tan voluble como la realidad! Pues bien, voy a probaros con la más incontestable evidencia que ahora padecéis una lamentable ilusión al creer que la realidad es tan rica en movilidad y en novedades como pensáis. Recordad que el lenguaje de la felicidad en el amor no es tan variado como suponéis en este instante, y que si así le concebís es por un afán íntimo de conservar ese torturante desasosiego
¡Oh, eternizar una sola hora de amor, la más bella, por ejemplo, la confesión envuelta en el primer beso!
¡Oh, detenerla en su vuelo, fijarla y definirla! Y luego poder encarnar su espíritu y el último anhelo de nuestro corazón, ¿no sería el sueño de todos los seres humanos? Con tal de rescatar esa hora ideal, se ama y se sigue amando, a pesar de las diferencias y los aminoramientos que traen las horas siguientes. Estas no son dulces más que en lo que recuerdan aquélla. N un ca se sentiría cansancio por gozar de la primera y única alegría. ¡Oh, grande hora monótona l El ser amado no representa más que la perpetua reconquista de ese lapso de tiempo y todo nuestro encarnizamiento se encamina a resucitarle. ¡Las otras horas no hacen más que acuñar esa hora de oro!
Sentado esto en principio, decidme, si vuestra amada encarnase en la hora en que fuisteis más felices -cuando dijo unas palabras que algún dios le inspiró- con la única condición de repetirle las frases que pronunciasteis durante aquella hora, ¿creeríais representar una comedia aceptando el divino pacto? ¿No despreciaría usted las demás palabras humanas? ¿Os parecería monótona esa mujer? ¿Echaríais de menos las horas siguientes en que apareció tan distinta que estuvisteis a punto de arrancaros la vida por ello?
Sus razones, su mirada, su bella sonrisa, su voz, su persona tal como fue en aquel momento, ¿no os bastaría? ¿Pediríais la restituciónde las otras expresiones insignificantes y vacías, dichas en el tiempo que sucedió a la ilusión perdida? No. ¿Qué es lo único que repiteel que ama, sino esas dos palabras deliciosas que ya ha pronunciado mil veces? ¿Qué es lo que quiere oír fuera de los dos vocablos?
Nada mejor que escuchar las pocas palabras que puedan deleitarnos, precisamente porque ya nos deleitaron una vez. Sucede en eso como en la contemplación de un bello cuadro o estatua; todos los días se descubren bellezas insospechadas. O como con el libro que leemos sin cansarnos, preferentemente a otros que no podríamos abrir siquiera. Una sola cosa bella contiene el alma de todas las demás: La mujer amada encierra en sí a todas las otras. Cuando nos es concedida una de estas horas absolutas, las demás nos parecen vacías, y la evocación de la única grata absorbe todo el empeño espiritual, como si pudiéramos arrancarle al pasado su presa.
- Sí -respondió amargamente lord Ewald-, mas lo peor es no poder improvisaruna expresión.
- ¿Improvisar? ¿Creéis aún que se puede improvisar algo? ¿No sabéis que se recitasiempre? Cuando rezáis, ¿no son vuestras oraciones aquellas que aprendisteis de niño en los catecismos y devocionarios? ¿No las recitáis, o las leéis, mejor dicho, de memoria, tales como fueron compuestas ya para siempre e inmejorablemente por los más duchos en confeccionar jaculatorias? Dios otorgó la fórmula para orar: "Cuando reces tendrás que rezar ESTO", y desde hace dos mil años todas nuestras plegarias son arreglos de la que nos legó. Y en la vida misma, ¿no es verdad que las conversaciones mundanas parecen finales de epístolas?
Cada palabra no puede ser más que repetida. N o es preciso tratar a Hadaly para estar frente a un fantasma.
Los oficios tienen un conjunto peculiar de frases; los hombres las usan y les dan vueltas hasta la muerte; el vocabulario profesional, por muy extenso que parezca, se reduce a un centenar de expresiones-tipos recitadas constantemente.
¿No os ha interesado nunca evaluar el número de horas que un peluquero de sesenta años, que haya empezado el oficio a los dieciocho, ha invertido en conversaciones de cinco minutos iniciadas todas con la consabida frase: "¡Qué buen o mal tiempo hace!" El cálculo acusa que en tan vacuas 'charlas empleó catorce densos años de su vida, la cuarta parte casi; el resto lo destinó a crecer, gimotear, comer, beber, dormir y votar con un relativo criterio.
¿Qué es lo que se puede improvisar que no haya sido dicho por millares de bocas? Lo único que nos cabe hacer es truncar, arreglar o repetir cuanto los demás dijeron.
¿Semejante mérito vale la pena de que se nos llore o se nos escuche? ¿No acabará mañana la muerte y su puñado de tierra con toda la insignificante verbosidad trillada y redicha que hemos emitido como improvisación?
No vacilemos en preferir, como ahorro de tiempo, las admirables condensaciones de vocablos, compuestas por los más duchos en el oficio, que expresan individualmente las sensaciones de la humanidad entera. Esos hombres-mundos han analizado los más delicados matices de la pasión. Al exprimir millares de volúmenes han extraído la última esencia que ha quedado condensada en unas líneas. Son lo mismo que nosotros, cualquiera que sea nuestro natural. Son las encarnaciones del dios Proteo que todos llevamos dentro. Nuestras ideas, nuestras palabras, nuestros sentimientos están aquilatados y definidos en sus espíritus con sus más remotas ramificaciones, a las cuales no nos atrevemos a llegar. Saben exactamente y de antemano todo lo intenso, lo mágico, lo ideal que nuestras pasiones pueden sugerirnos. Nosotros no podemos hacer nada mejor, ¿para qué nos acogeríamos a nuestra inhabilidad so pretexto de que es personal, cuando el problema del bien decir es también una ilusión?
-Proseguid la anatomía de la bella –respondió lord Ewald después de una pausa meditabunda-, estoy pendiente de vuestro discurso.
LA FACULTAD DE ANDAR
lncessu patuit dea.
VIRGILIO
Obedeciendo a su amigo, el ingeniero volvió a tomar en sus manos las pinzas de vidrio:
-El tiempo apremia, en efecto -dijo-. Apenas si me queda tiempo para daros una idea general de la posibilidad de Hadaly; sin embargo, bastará con esa idea; lo demás es cuestión de técnica. Primeramente quiero qüe conste la simplicidad fabulosa de los medios que he utilizado en mi tentativa.
Aquí es donde he puesto orgullo en probar toda mi ignorancia a los admirables sabios que honran a nuestra especie.
Mirad: el ídolo tiene los pies de plata, como las bellas noches. Su amanerado mecanismo no necesita más que la dermis nívea, el saliente del tobillo, las uñas rosadas y las venas azules de vuestra cantante. Mas si parecen ligeros en su donaire, no lo son en realidad. Su macicez interior está conseguida por la densidad fluida del azogue, que alcanza su nivel hasta el principio de la pantorrilla, llenando todo el pie y su prolongación, consistente en una envoltura de platino. Las dos extremidades, que pesan cincuenta libras, son, empero, de una intranquilidad casi infantil.
Parecen ligeros como dos pájaros, gracias al electroimán que les mueve y anima el movimiento crural.
En el talle, oculto hasta ahora por un velo negro, la armadura queda dividida en una línea alabeada, desde la cual parten múltiples alambres que unen el sistema crural a la cintura y a la extremidad del abdomen. Esa cinturilla no es circular, sino oval, de un óvalo desvencijado hacia adelante, como el de los corsés.
El talle del androide, cuando se cubra de carne flexible y resistente, tendrá el doblez gracioso, la ondulación firme, lo inexpresable del garbo, que tan seductores son en una simple mujer. La disposición de los muelles de alambre es tan favorable que si bien la mantienen derecha con la esbeltez del pobo, también le permiten hacer cuantos movimientos laterales son propios de su modelo. Todas las desigualdades de los alambres están minuciosamente calculadas : cada hilo está sometido a la corriente central, que según las ondulaciones del torso viviente dependerá de las inflexiones personales que le dicte el cilindro-motor.
Sorprendido quedaréis de la identidad del encanto que difundirán los ademanes y las actitudes! ¡Si dudáis que la gracia femenina estribe en tan pequeños detalles, examinad el corsé de miss Alicia Clary y estableced la diferencia existente en los modos de andar y líneas de cuerpo, de cuando le lleva a cuando va sin él! Algunas de las desiguales flexiones. de una articulación, sobre todo en los brazos, cuyos laxos abandonos son muy ambiguos, me han costado muchos desvelos.
Respecto del cuello, los movimientos transmitidos por los hilos son de una delicadeza irreprochable de gálibo. Es el cisne femenino. El grado de coquetería se mide con toda exactitud.
¿No presenta toda esta osamenta de marfil una acabada perfección? Este esqueleto encantador está unido a la armadura por unos anillos de cristal en los cuales juega cada hueso hasta el debido grado conveniente para el movimiento apetecido.
Antes de deciros cómo se levanta el androide, supongámosla de pie e inmóvil. Lo primero que debéis hacer es concebir el propósito de que ande una distancia prevista y conforme con la medida de su paso. Con una simple orden en la amatista de su anillo, la chispa oculta se convierte en movimiento de relación.
He aquí el enunciado en bruto, sin comentarios, del teorema físico presentado por medio de los sucesivos esquemas del androide: revelan éstos los medios que utiliza para andar. La evidente posibilidad de tal prodigio se derivará de la demostración.
En la extremidad del cuello de cada fémur se encuentra una rodajita de oro, ligeramente cóncava como el guardapolvo de un reloj y de la dimensión de un dólar.
Están inclinadas formando ángulo y cada cual está montada en una espiga móvil metida en el hueso femoral.
En la situación de absoluto reposo, la punta de ambas espigas sobrepasa en unos dos milímetros los fémures, lo cual produce una no adherencia de los discos de oro con los cuellos femorales.
Las BB de sus diámetros, que en A tocan la cadera interna del androide, quedan unidas por una corredera muy cóncava, compuesta de muchas hojas metálicas, que se presta al movimiento del paso por el número tan grande de aberturas que presenta. En su mismo centro se encuentra, en estado libre, este esferoide de cristal. Es un globo relleno de mercurio; su peso es de ocho libras. Al más leve movimiento del androide, resbala por la corredera, de un lado a otro, de disco a disco. Mirad, por otra parte, en la región alta de cada pierna hay una menuda biela de acero, partida en dos y cuyas ramas juegan en una articulación también de acero. Una de las extremidades está sólidamente sujeta a la escisión dorsal interna de la armadura, por encima, claro es, de la cinturilla de flexibilidad; la otra se une al borde anterior interno de cada pierna.
Cuando el androide está acostado, las dos bielas se hallan dobladas en sus centros, formando ángulo agudo, en aquella parte divinizada en la Venus Calípiga. La articulación de acero que forma la punta del ángulo queda por debajo de los dos brazos de la biela. Observad estas dos nutridas redes de alambres, que desde el interior del espaldar de la armadura van al sitio donde la parte anterior de las bielas se une a cada pierna. Allí forman un cordón que se mantiene en contacto con la parte anterior de la biela en forma de nudo corredizo.
Cuando la armadura está cerrada, estas barras pectorales de acero, convexas, adaptadas al peto a guisa de sistema costal, soportan y retienen los dos haces, aislándolos de todos los aparatos, a través de los cuales pasan, por debajo de los fonógrafos.
Después de todo, este viene a ser poco más o menos el proceso fisiológico del paso humano, y los medios locomotores expuestos no difieren de los naturales más que en apariencia. ¡Qué importan, además, con tal de que el androide ande
El entrecruzamiento de los hilos de acero basta para atraer hacia adelante el peso del torso cuando se solicita la marcha.
Encima del ángulo de las bielas, he aquí los imanes en comunicación con el hilo. Este otro es el alambre generador del paso; está directamente en relación con el aparato dinamo-eléctrico, no quedando entre ellos más distancia que unos tres centímetros; lo bastante para permitir la interposición del aislador.
El inductor se prolonga hasta la altura torácica. Allí los dos hilos que corresponden con los imanes de cada pierna, esperan la influencia del fluido dinámico reciben éste alternativamente, pues uno se electriza acarreando la interposición del aislador del otro
Excepto cuando el androide está tendido o cuando el aislador se interpone entre el hilo generador y los imanes, el esferoide de cristal está siempre moviéndose de un disco a otro, aprisionado en el surco de la corredera, que se estira y encoge según los movimientos de las piernas. Aquella que primero recibe la bola de cristal en su rodaja se extiende en el acto.
Sentado esto, aquí tenéis la prueba necesaria para la inteligencia de la exposición.
Supongamos que por un ligero movimiento interno, determinado por la eléctrica invitación de la amatista, el esferoide se coloque sobre el disco de la pierna derecha.
Este, por causa de su falta de adherencia cede al peso del globo; la espiga penetra en el cuello del fémur produciendo el inmediato contacto de éste con la rodaja. Al bajar, la espiga toca el hilo inductor de la pierna, que recibe la acción del generador.
Llega el fluido al imán de la articulación-crural superior y en ella multiplica instantáneamente su potencia. Ese imán atrae con violencia el cubo o juego de la biela; ésta se extiende en línea recta y produce la tensión de la pierna a que está soldada, la cual quedaría suspendida en el aire si todo el cuerpo, atraído por el nudo corredizo del cordón de alambres, no sé inclinara hacia adelante. La pierna, arrastrada por el peso del pie y del zapato, pisa tierra, con un paso de cuarenta centímetros. Luego os diré cómo el androide se sostiene en equilibrio.
En cuanto el pie toca tierra, una emisión dinámica llega a los imanes de la coyuntura de hierro de la rodilla que, jugando en la rótula, pone en tensión la pierna.
Como todos los movimientos se suceden en cierto modo paulatinamente, no es de lamentar ninguna brusquedad de conjunto. Cuando la pierna esté cubierta de carne ese movimiento será idéntico al humano En nuestro paso hay también una brusca sacudida del fémur que queda compensada por la laxitud de la rodilla, que se extiende ulteriormente. Si hacéis funcionar las articulaciones de un esqueleto, sus movimientos os parecerán violentos y automáticos. Lo que los corrige es la carne y los vestidos.
Habiendo posado pie en tierra, el androide quedaría inmóvil en esa postura, si la tensión de la rótula no repeliese, a tres centímetros del hueso del fémur, la espiga y la rodaja de oro en la cual descansa el globo de cristal. Empujada la rodajita, y sin apoyo en la cabeza del hueso, hace báscula hacia su gemela de la izquierda. La bola se escapa por la corredera de acero, y, por su peso, inclinación y velocidad, va a quedarse en la rodaja del fémur izquierdo.
En cuanto ésta cede, el aislador de la derecha se interpone y sus imanes quedan sin corriente; la cabeza de la biela derecha, más pesada que los brazos, cae, mientras que su compañera de la izquierda, al extenderse con dulzurasobre la pierna reproduce el fenómeno del paso del androide indefinidamente, hasta que las inscripciones del cilindro se acaben o intervenga la influencia de una sortija
Es de advertir que cada rodilla queda aislada, inmediatamente después de la tensión de la rodilla opuesta, condición sin la cual la pierna se doblaría prematuramente. N o es de temer tal percance ni en el caso de que el androide se arrodille, extraviada en un místico éxtasis, como esas sonámbulas que quedan inmovilizadas por los magnetizadores.
La serie alterna de flexiones y tensiones presta a la marcha del androide una sencillez verdaderamente humana.
El ruido incesante del cristal en la corredera y sobre las rodajas queda ahogado por los encantos de la carne. El oído, aun pegado a la armadura, no podría escucharlo sin el auxilio del micrófono.
EL ETERNO FEMENINO
Caín.-¿Sois felices?
Satán.--Somos poderosos.
LORD BYRON. CAÍN
En la frente de lord Ewald brillaba el sudor en gotas como lágrimas. El joven miraba el rostro glacial de Edison. Sentía que, tras aquel chancear estridente y positivo, se ocultaban en lo último del pensamiento dos tragedias que la demostración envolvía.
La primera era el precio del amor a la humanidad.
La segunda era la desesperación, el grito más intenso y más profundo que haya lanzado a los cielos un viviente.
Lo que en realidad decían aquellos dos hombres, el uno con sus cálculos literariamente transfigurados; el otro, con su silencio de adhesión, eran estas palabras dirigidas a la incógnita x de las causas primeras.
"La compañera que te dignaste concederme antaño, en las primeras noches del mundo, ha venido a ser el simulacro de la hermana prometida. Ya no reconozco en su forma tu huella y no puedo considerarla como una compañera. ¡Cómo se agrava el exilio, mirando, como a un juguete de mis sentidos de barro, a aquella encantadora y sagrada consoladora del mundo, que debía ser ante mis ojos obsesos de la huera inmensidad el dulce recuerdo del bien perdido! A fuerza de siglos y de penas, me hastía el permanente engaño de esa sombra. ¿Para qué voy a arrastrarme en el instinto, desde donde me atrae y me tienta, creyendo, en vano, que constituye mi amor?"
"Por eso, viajero que aquí descansas unas horas, ensayo, esta noche en este sepulcro, con la risa de la humana melancolía, ayudado por la ciencia prohibida, fijar la visión, el fantástico espejismo que tu generosa clemencia siempre me dejó aguardar."
Tales eran los pensamientos que se ocultaban tras el análisis de la sombría obra maestra.
El electricista tocó un punto de la pequeña urna transparente, cerrada y llena de agua muy pura, suspendida a la altura del esternón del androide. La lámina de carbón, que hasta entonces estuvo levantada, se sumergió. Empezó a retumbar la muñeca de metal.
El interior de la armadura parecía un organismo humano, chispeante y nebuloso, matizado de oro y de relámpagos.
Edison continuó:
-Este humo oloroso y color de perla que circula como vedijas claras bajo el velo negro de Hadaly, es sencillamente vapor de agua asimilada por la pila. La chispa que circula por su cuerpo, como la vida misma, hace que se volatilice. ¡Sin embargo, estos rayos están prisioneros y son inofensivos! ¡Mirad!
Al decir esto, Edison tomó sonriendo la mano del androide, cuando era más intenso y tonante el chisporroteo en sus fibras nerviosas.
-Como veis, es un ángel -· añadió con torio grave-, si es cierto lo que enseña la Teología, según la cual los ángeles no son más que fuego y luz. ¿No fue el barón de Swédenborg quien se permitió añadir que eran hermafroditas y estériles?
Y después de un silencio:
- Pasemos a la cuestión del equilibrio. Ofrece dos aspectos: el equilibrio lateral y el equilibrio circular. Conocéis los tres equilibrios de la Física: estable, inestable e indiferente; pues bien, su unidad es Jo que mantiene el movimiento del androide. Veréis que para hacer caer a Hadaly, se necesitaría un empuje mayor que para derribaros, a menos que deseéis su caída.
EL EQUILIBRIO
Hija, ponte derecha.
CONSEJOS DE MADRE
El deus ex machina, prosiguió:
He aquí primero, el equilibrio lateral; el otro, encerrado en la armadura dorsal, se obtiene de la misma manera.
Dados el fluido eléctrico y los imanes, el equilibrio era posible necesariamente.
Luego:
l." Cualquiera que sea la postura del androide, la perpendicular pasa de la clavícula supuesta a la vértebra prominente, y de ésta al maleolo interno, lo mismo que en nosotros.
2." Cualquiera que sea la movilidad de estos dos pies "adorables", siempre constituyen los extremos de una recta horizontal sobre la cual se proyecta una vertical, trazada desde el centro de gravedad real de la Andreida, sea cual sea su actitud.
¡Bellas son las caderas de Hadaly como las de la Diana cazadora! Pero sus cavidades de plata contienen dos frascos-vasculares de platino, de los cuales os explicaré en breve la utilidad. Sus bordes, a pesar de ser resbaladizos, son casi adherentes a las paredes de las cavidades ilíacas, por ofrecer una forma sinuosa.
El fondo de esos recipientes, cuya boca es de la forma de las paredes, termina en conos rectangulares. Los ejes de los conos inclinados hacia abajo forman un ángulo de cuarenta y cinco grados respecto de su nivel de altura. Si se prolongaran las puntas de esos vasos, se encontrarían las líneas trazadas entre las rodillas del androide. Forman estas dos puntas el ficticio vértice invertido de un triángulo rectángulo cuya hipotenusa fuera una horizontal imaginaria que dividiera en dos el torso.
La línea del ecuador terrestre no existe, pero es ideal; imaginaria, pero real, como si fuera tangible. Lo mismo son las líneas en que nuestro equilibrio se formula, y a las cuales la ley misma que determina otorga realidad. Habiendo calculado exactamente el peso de ' los diversos aparatos puestos encima de esa línea ideal, y habiéndolos dispuesto en la inclinación deseada creo que el sentido de todos los pesos podría representarse por un segundo triángulo rectángulo superpuesto al primero, cuyo vértice estuviera en el centro de la hipotenusa de éste. La base del segundo sería el nivel de los hombros. Los vértices de los ángulos agudos de ambos están en las mismas verticales.
De esta manera, todo el peso del cuerpo, rígido e inmóvil, gravitaría según la vertical ideal que une el centro de la frente del androide con el punto de contacto de sus talones.
Como todo cambio de postura traería consigo una caída, los dos anchos y profundos vasos de platino están mediados exactamentede mercurio. En la mitad del nivel de metal comunican entre sí por estos dos tubos flexibles de acero y platino que están puestos debajo del cilindro-motor.
En el centro del disco superior, que cierra herméticamente cada uno de los vasos, queda atornillada la extremidad de un arco de acero, muy sensible y potente. La otra extremidad está fija a la parte superior de la cavidad de plata de la cadera, que ejerce una contención adherente para los dos aparatos. El arco no queda tendido tan solo por el peso específico del azogue: veinticinco libras, sino qué su tensión es equivalente al nivel interior del metal en cada frasco más un centímetro. Por la excesiva tensión, el arco acerca los frascos a la cavidad ilíaca, mas queda contenido a una altura correspondiente al nivel del mercurio por un pequeño tope que detiene el rozamiento del frasco con las paredes de la cavidad
Gracias a este obstáculo, la tensión del arco permanece constante. La adherencia lateral de las tapas al tope de acero es perfecta cuando el nivel es el mismo en los dos frascos.
A cada movimiento del androide el nivel flotante oscila y cambia, pues e11íquido metal se encuentra en un estado de fluctuación perpetua de un frasco a otro, a causa de los tubos que arrojan un excedente de mercurio en el recipiente donde el equilibrio está a punto de romperse.
El sinuoso vaso de platino, cediendo y deslizándose por causa del aumento de metal acrece la tensión del arco. La irrupción del azogue en el lado en que el androide se inclina, facilitaría su desplomo si la punta cónica del frasco no se pusiera en contacto, desde el segundo centímetro de elevación, con la corriente dinámica. En cuanto esta se establece, el sistema de imanes que poseen las paredes de los frascos hace refluir en el opuesto la cantidad de mercurio necesaria para establecer el contrapeso deseado. Por ese contradictorio movimiento, sin cesar, salvo en el reposo, queda rectificada toda vacilación fundamental del cuerpo. Dada la disposición angular de los conos vasculares, el centro de gravedad del androide no es más que aparente e inestable en el nivel de mercurio. El androide no soportaría el violento reflujo de azogue si no tuviera el centro de gravedad real fuerade su cuerpo, en una vertical que partiendo del punto de la base del cono más alejado en apariencia, se prolongara a lo largo de la pierna inmóvil, equilibrando lateralmente el peso de la móvil.
La oscilación, el reflujo, el desplazamiento del centro de gravedad, son continuos, como la corriente que les anima y regula el fenómeno. Las tensiones del arco obedecen escrupulosamente al menor movimiento del androide y el nivel de mercurio está en perpetua mudanza. Los tubos comunicantes son el balancín de acróbata. Al exterior, nada revela la lucha interparietal de donde nace el primer equilibrio.
Respecto del equilibrio en conjunto, mirad desde las clavículas hasta las vértebras lumbares, esas complicadas sinuosidades en las que ondula el mercurio sin descanso, y en donde los excesos de gravedad están compensados por trasiegos instantáneos, producidos por sutiles sistemas dinamo-magnéticos. Esas circunvoluciones permiten al androide levantarse, tenderse, erguirse, agacharse y andar como nosotros. Por su complejidad puesta en juego, podréis ver a Hadaly cogiendo flores sin caerse.
SOBRECOGIMIENTO
El sabio no ríe más que temblando.
PROVERBIO
No he hecho más que indicaros a grandes rasgos la posibilidad del fenómeno. Son las doce, y los minutos que nos quedan apenas si permiten que abordemos algunos detalles.
Lo difícil era hacer el primer androide. Hallada la fórmula general, de aquí en adelante, no es más que labor de operarios. N o dudemos que pronto se fabricarán millares de seres como éste y que habrá industriales que monten manufacturas de ideal.
Ante aquella broma, lord Ewald, que estaba algo nervioso, empezó a reír discretamente; luego, al ver que Edison reía también, se sintió invadido por la más aguda hilaridad; el sitio, la hora, el sujeto de la experiencia, la idea común que les había agitado, todo aquello le parecía aterrador y absurdo. Por primera vez en su vida sufrió un ataque de risa que retumbó con múltiples ecos en el edén sepulcral.
- Sois un chirigotero terrible -dijo.
- Démonos prisa -replicó el electrólogo. Voy a explicaros cómo he de trasladar a esta posibilidad móvil todo lo exterior de vuestra favorita.
Al tocarla, la armadura se cerró lentamente. La mesa de pórfido se inclinó.
Hadaly permanecía en pie entre sus creadores.
Inmóvil, velada y silenciosa parecía mirarles bajo las tinieblas que ocultaban su rostro.
Edison tocó una de las sortijas del guantelete de plata de Hadaly.
El androide se estremeció. Volvía a ser aparición; el fantasma se reanimaba.
La huella desilusionante que la reciente explicación había dejado en el espíritu de lord Ewald se borraba ante el otro aspecto.
Pronto volvió el joven, ya muy serio, a considerarla con aquel indefinible sentimiento que había despertado en él hacía una hora.
El ensueño volvía y desandaba el camino de la hora transcurrida.
- ¿Has resucitado? -preguntó Edison al androide.
- Quizá -respondió Hadaly bajo su velo de luto y con seductora voz.
El movimiento de la respiración levantaba su seno. Cruzó las manos, e inclinándose hacia lord Ewald le dijo con voz riente:
- Quiero pediros una gracia, milord, a cambio de mi ser ¿me lo permitís?
- Con sumo gusto, miss Hadaly.
Edison alineaba sus escalpelos. El androide se alejó por los floridos arriates del subterráneo. De la ralíl1a de un arbusto descolgó una escarcela de raso y terciopelo negros, parecida a las de las postulantes y volvió con ella abierta ante el inglés anonadado.
- En este mundo, milord, no hay noche de placer completa si no se redime a sí misma con una obra de caridad disimulada entre sus atractivos. Soportad, pues, que implore vuestra piedad en favor de una adorable mujer joven y viuda y de sus dos niños.
- ¿Qué quiere decir? -interrogó lord Ewald a Edison.
- No sé -respondió Edison-. Escuchémosla. A veces me da a mí sorpresas como ésta.
- Para ella pido humildemente auxilio –continuó el androide-; si algo la retiene a la vida son sus hijos, y si no la abandona es por fidelidad al deber de darles pan. El infortunio ha engrandecido su alma y le ha dado sed de muerte. Un perpetuo éxtasis la eleva por encima de este mundo, y, aunque la priva de efectuar sus labores y la concede la fortaleza ante las privaciones, no aminora en ella el amor a sus hijos. Vive en un estado espiritual que no le deja percibir más que las cosas eternas, hasta el punto de que ha olvidado su nombre terrestre por otro que algunas extrañas voces le ha adjudicado en sueños. No dudo que a mi primera suplica, habitante del mundo de los vivos, no desdeñéis unir vuestra limosna a la mía
Al decir esto, tomó de un estante algunas monedas de oro y las echó en la bolsa.
- ¿De quién habláis, miss Hadaly? --preguntó lord Ewald acercándose al androide.
- De la señora Anderson, milord Celian; de la mujer de ese desgraciado que murió de amor por los lamentables objetos que ahí descansan
Y señaló con el dedo el sitio de la muralla donde estaba el cajón fúnebre.
Aunque lord Ewald fuera dueño de sí mismo no pudo reprimir un movimiento esquivo y medroso ante Hadaly, inclinada con la escarcela en la mano.
Aquella alegoría le pareció la más siniestra de todas como si su limosna alcanzase a toda la humanidad:
Sin contestar arrojó varios billetes en la bolsa negra.
- Mil gracias, milord Celian, en nombre de los dos huérfanos --dijo Hadaly-. Y al punto desapareció entre los pilares sirios.
NIGRA SUM, SED FORMOSA
Hay secretos que no quieren ser revelados.
EDGAR ALLAN POE
Lord Ewald miró como se alejaba:
- He sufrido una sorpresa profunda, querido Edison, frente a un hecho fundamentalmente enigmático para mí. Este es el que vuestra Hadaly me interpele, nombre y responda y, tanto aquí como arriba, pueda sortear los obstáculos. Repito que esos hechos me parecen inconcebibles, pues suponen un discernimiento en ella. N o me podréis demostrar que unos fonógrafos hablen antes de que una voz humana tenga tiempo de grabar respuestas tan precisas, o un motor pueda dictar a un metálico fantasma ademanes y pasos que el cálculo complicado no ha podido determinar.
- Pues bien, las particularidades que señaláis son relativamente las más fáciles de producir entre todas las demás.Así os lo he de probar, y a ello me comprometo. Más extrañeza os causaría la sencillez de su explicación que el fenómeno de su misterio aparente. Mas como ya os lo he dicho, creo, en beneficio de la necesaria ilusión, que debo diferir la revelación del secreto. Sin embargo, no habéis tenido curiosidad ni me habéis interrogado acerca de la naturaleza actual del rostro del androide
Lord Ewald se estremeció.
- Puesto que estaba tapado, era muy poco discreto querer inquirir sus rasgos.
Edison miraba a lord Ewald con una grave sonrisa.
- No creí -respondió- que quisierais crearos un recuerdo capaz de enturbiar la visión prometida; el rostro que yo os enseñara esta noche permanecería fijo en vuestra memoria y siempre se transparentaría detrás del futuro semblante que es el que alimenta la esperanza. Ese recuerdo molestaría vuestra ilusión al despertar una sospecha de dualidad. Por eso, aunque este velo escondiera las facciones de una Beatriz ideal, no queréis verle, y tenéis razón. Por un motivo análogo no puedo ahora revelaros el secreto a que aludís. -Está bien ---respondió lord Ewald.
Luego añadió, como queriendo disipar la idea suscitada por el electrólogo:
- ¿Vais a revestir a Hadaly de una encarnación idéntica a la de mi amor?
- Sí -respondió Edison-; primeramente trataremos no de la epidermis, que es el capital problema, pero sí de la carne.
LA CARNE
Carne de la mujer, arcilla ideal, ¡oh prodigio!
VÍCTOR HUGO
¿Recordáis el brazo y la mano cuyo contacto os sorprendió, arriba, en mi laboratorio? Pues será esa misma sustancia la que he de emplear.
La carne de miss Alicia Clary se compone de partes de grafito, de ácido nítrico, de agua y de otros cuerpos químicos reconocidos en el examen de los tejidos subcutáneos. Su composición, sin embargo, no os da la clave de por qué la amáis. La reconstitución de los elementos de la carne del androide no llevaría luz alguna a vuestro espíritu, puesto que la prensa hidráulica, al coagularlos y homogeneizarlos, como la vida con nuestra carne, ha transformado literalmente su individualidad en una síntesis que no se analiza, pero se goza.
No podéis imaginaros hasta qué punto el impalpable polvo de hierro, reducido, imantado y repartido en la carne, la hace sensible respecto de la acción eléctrica. Las extremidades capilares de los hilos de inducción que atraviesan los imperceptibles orificios de la armadura están entremezcladas con las fibrosas aplicaciones de la carne. Esta queda cubierta por la membrana diáfana de la epidermis, que se adhiere a ella y la obedece. Las partículas de hierro son conmovidas por intensas y graduadas variaciones de corriente: .la carne traduce esos cambios por contractibilidades insensibles, ateniéndose a las micrométricas incrustaciones del cilindro. Esas variaciones, añadidas unas a otras, producen un desvanecido en la sucesión, producto de los mismos aisladores. La serena continuidad de la corriente neutraliza toda posibilidad de sacudidas y, gracias a ella, se logran matices de expresión, sonrisas de Gioconda e identidades verdaderamente... aterradoras.
Esta carne, que se presta a la penetración de las calorías engendradas por mis elementos, produce al tacto la impresión prestigiosa, el sobresalto y el sentimiento indefinible de la afinidad humana
Como debe ser transparente y su esplendor ha de ser amortiguado por la epidermis, su matiz es níveo, ligeramente teñido de tonos ámbar y rosas pálidos y de un brillo vago que le dé el amianto en polvo. La acción fotocrómica le da el color definitivo. De ella depende la ilusión.
Respondo de persuadir esta noche a miss Alicia Clary para que acceda a nuestro experimento, y, sin conocerla, afirmo que he de conseguir fácilmente lo que pretendo, dada la vanidad femenina.
Cuidadoso de las conveniencias, mi primer auxiliar será una mujer, una gran artista de la escultura completamente lograda y que, desde mañana, en mi laboratorio, empezará la obra. No tendrá vuestra amada en su indispensable desnudez, otra testigo ni imitadora' más que esa fiel y profunda artista, que, sin idealizar, reproduce escrupulosamente. Para obtener la forma matemática. del cuerpo de la viviente empezará por tomar --con mstrumentos de la más alta precisión-, la talla, altura, ancho, dimensiones estrictas de los pies y de las n;anos, de las facciones, de los brazos y las piernas, as1 como el peso total de vuestra amiga. Será cuestión de media hora.
Hadaly, invisible, en pie, escondida tras cuatro grandes objetivos espera su encarnación.
Esta sustancia carnal, espléndida y humana, se unifica y adhiere, por medio de minuciosas precauciones, a la armadura del androide, conformemente a las morbideces de bella viviente. Como esta sustancia se presta, bajo utensilios sutiles, a un cincelado tenue e ideal, la tosquedad del esbozo desaparece en seguida; el modelado se acusa, las líneas surgen, pero sin color ni matiz : es la estatua esperando al Pigmalión creador, La cabeza cuesta tanta atención y trabajo como el resto del cuerpo, por causa del juego de los párpados, del lóbulo de la oreja, de la palpitación de la nariz al respirar, de las transparencias de las venas y de las curvas de los labios. Todas estas partes están hechas de una materia más sutil y más trabajada por la prensa hidráulica. Pensad que a los exiguos imanes, ocultos en estos mil puntos luminosos indicados en la fotografía de la sonrisa, por ejemplo, hay que unir una correspondencia de imperceptibles inductores aislados unos de otros. Poseo todo el material y las fórmulas generales, pero la indispensable perfección en el parecido requiere, cuando menos, siete días de labor constante y escrupulosa. Como para hacer el mundo. Recordad también que la poderosa Naturaleza invierte dieciséis años y nueve meses en confeccionar una mujer bonita, después de múltiples diseños, de infinitas modificaciones, y que su obra es efímera y frágil. Una enfermedad puede borrarla con su soplo.
Después del primer modelado, abordaremos decididamente la semejanza absoluta de los rasgos fisonómicos y de las líneas del cuerpo.
Ya conocéis los resultados obtenidos por la fotoescultura. Se puede llegar a una transposición de aspecto. Tengo instrumentos nuevos, de perfección milagrosa, fabricados según mis dibujos; con ellos se puede obtener la identidad de relieve y de delineación con aproximaciones de décimas de milímetro. Miss Alicia Clary será foto-modelada directamente sobre Hadaly, es decir, sobre el esbozo donde ésta empiece a encarnar silenciosamente.
Entonces, toda confusión desaparece; todo cuanto sobra, salta a la vista. El microscopio está para ayudarnos. Se hace necesariala fidelidad del espejo. Después un gran artista, a quien he comunicado intenso entusiasmo para que revise mis fantasmas, le dará la última mano.
El conjunto de los tonos habrá de perfeccionarse; la epidermis que cubra la carne será una flor de piel, tan satinada como translúcida. Será preciso prever y fijar de antemano los desvanecidos de color, independientemente de los recursos solares que empleemos. Terminado esto, nos hallaremos en presencia de una Alicia Clary vista a través de la bruma de una noche de Londres.
Antes de ocuparnos de la epidermis y de todo cuanto a ella se refiere, conviene que concedamos atención a las íntimas, vagas y personales emanaciones que, mezcladas con sus perfumes habituales, flotan alrededor de la que amáis.
Es la atmósfera exquisita de su presencia, el olor de féminade la poesía italiana. Cada flor femenina tiene su aroma característico.
Me habéis hablado de un perfume que os embriagaba el corazón. En el fondo era el atractivo particular encerrado en la belleza de la mujer joven lo que animaba idealmente el encanto del aroma carnal. Un extraño hubiera permanecido insensible a él.
Se trata, pues, de adueñarse de la complejidad del olor carnal en su realidad química, lo demás es feudo de vuestro sentimentalismo. Procederé muy sencillamente: igual que el perfumista que reproduce las fragancias de las flores y las frutas y llega a obtener la identidad.
LA BOCA DE ROSAS Y LOS DIENTES DE PERLAS
La bella señorita de X por la cual se mataron los jóvenes más apuestos y acaudalados debió casi todo el encanto irresistible de su boca fresca al uso cotidiano del agua de Botot.
ANUNCIOS ANTIGUOS
- Querido lord, una pequeña pregunta, si me lo permitís... ¿miss Alicia Clary se digna llevar sus propios dientes?
Lord Ewald, después de un movimiento de sorpresa, hizo una señal afirmativa.
- Apruebo su gusto -continuó Edison-, aunque constituya una grave infracción de la moda americana. Aquí ya sabéis que las señoritas elegantes, aun teniendo en la boca todas las perlas del Pacífico, empiezan por hacérselas extirpar y las sustituyen por dentaduras postizas, más leves, perfectas y homogéneas que las naturales.
Cualquiera que sea la clase de dentadura de miss Alicia, un accidente sobreviene súbitamente, será reproducida con fidelidad deslumbrante.
Al efecto, el excelente doctor Samuelson, acampanado del dentista W. Pejor, estará en mi laboratorio el día de la sexta sesión. Con ayuda de un anestésico inofensivo y de mi preparación, que le daremos a Alicia sin que se entere, caerá en síncope. Aprovecharemos la duración de éste para sacar el molde de su espléndida boca, de la cual aplicaremos a Hadaly una reproducción exacta y gemela.
Hablabais antes de efectos de luz en los dientes, durante la sonrisa. Después de terminada la adaptación, no podréis distinguir unos de otros.
EFLUVIOS CORPORALES
Las rosas deshojadas huyeron para siempre, por el mar arrastradas... Respirad en mi ser su fragante recuerdo.
MARCELINA DESBORDES VALMORE
Cuando vuestra bella amiga se despierte le diremos que ha sufrido un desvanecimiento. Le halagará la manifestación, pues es muy natural en una mujer "distinguida" sufrir accidentes de esa clase. Para cortarlos, le prescribirá Samuelson un régimen de baños de aire caliente en su establecimiento.
Allí irá miss Alicia desde el día siguiente. Obtenida la transpiración, se recogerán, como se absorben los ácidos por medio del papel de tornasol, los vapores tales de los efluvios de su cuerpo, aislando cada una de las partes que transpiren.
Después, Samuelson analizará en su casa los precipitados, y, conocidos los equivalentes químicos, reducirá a fórmulas los diversos perfumes de la amable criatura. N o cabe duda que ha de llegar, con aproximaciones infinitesimales, a una dosificación exacta.
Obtenido ese resultado, se satura la carne por un procedimiento de volatilización, miembro por miembro y de acuerdo con los matices de la Naturaleza, igual que un perfumista aroma una flor con su fragancia correspondiente. Por el mismo medio, el brazo que visteis en mi laboratorio está embalsamado por el tibio y personal olor de su modelo.
Queda la carne saturada de esos olores y, cubierta después por la epidermis, en aquélla permanecen encerrados como en un relicario. Lo demás: el 1deal, será usted mismo quien se lo administre. Ese demonio de Samuelson ha engañado ya varias veces el olfato de un animal, por la veracidadde sus dosis : yo le he visto obligar a un zarcero a morder y encarnizarse con un pedazo de carne artificial untada de las equivalencias químicas de la tufarada de la zorra.
Lord Ewald sufrió un nuevo ataque de hilaridad que interrumpió al inventor, pero dijo a éste:
- Seguid, seguid, es maravilloso. No puedo contenerme y, sin embargo, no tengo ganas de reír.
Lo comprendo. Yo comparto vuestra impresión -respondió Edison melancólicamente--, mas debéis recapacitar que todas esas nimiedades, añadidas unas a otras, llegan a producir un conjunto irresistible. ¡Pensad también en qué fruslerías estriba el amor!
La Naturaleza cambia, pero no el androide. Nosotros vivimos, morimos y ¿quién sabe? El androide no conoce la vida, ni la enfermedad, ni la muerte. Está por encima de todas las imperfecciones, de todas las servidumbres y conserva la belleza del ensueño. Es una inspiradora. Habla y canta como un genio, o, mejor dicho, como varios genios de los cuales recoge las palabras mágicas. Su corazón no puede cambiar porque carece de él. Vuestro deber será destruirla antes de morir. Un cartucho de nitroglicerina o de panclastita bastará para reducirla a polvo y deshacer su forma en el viento del caduco espacio.
URANIA
Esta estrella brilla como una lágrima.
GEROGE SAND
Hadaly apareció en el fondo del subterráneo; paseaba entre los arbustos cuya floración no tiene invierno.
Envuelta en amplios pliegues de satín, con su ave del paraíso en el hombro, volvía hacia sus visitantes terrestres.
Se acercó a la mesa y, llenando de jerez las dos copas, ya vacías, vino a ofrecérselas silenciosamente.
Los huéspedes le dieron las gracias con un ademán y aceptaron. Ella devolvió las copas a la bandeja de plata sobredorada.
- ¡Las doce y treinta y dos minutos! –Murmuró Edison-. Ocupémonos pronto de los ojos. A propósito de ellos, Hadaly, ¿podéis ver, con los vuestros ahora, a miss Alicia Clary?
- Sí
- Pues bien, decidnos cómo es su atavío lo qué hace y dónde está. '
- Está sola, en un vagón en marcha, con vuestro telegrama en la mano, queriendo volver a leerle. Ahora se levanta para acercarse a la lámpara, pero el tren va tan de prisa que le ha hecho caer sobre su asiento.
Hadaly, después de las últimas palabras, rió ligeramente. Su risa fue compartida con potente voz de tenor por el ave del paraíso.
Lord Ewald comprendió que el androide sabía también reírse de los vivos. Le pregunto.
- Puesto que gozáis de la doble vista, ¿quisierais decirme, miss Hadaly, cómo está vestida?
- Su vestido es de un azul tan claro que parece verde a la luz de la lámpara. En este momento, se da aire con un abanico de ébano con flores negras talladas en las varillas. En su tela hay pintada una estatua.
- Esto sobrepasa lo imaginable. Esta es la verdad, punto por punto. ¡Vuestros telegramas llegan pronto!
- Milord -respondió el ingeniero-, preguntad a miss Alicia Clary si tres minutos después de partir de Nueva York para Menlo Park no le ha acontecido lo que Hadaly refiere. ¿Queréis seguir hablando con ésta mientras voy a buscar algunas muestras de ojos incomparables?
Se alejó hacia el fondo del subterráneo y a:ercandose al último pilar hizo que se moviera una piedra. En aquel